sábado, 8 de noviembre de 2008

Obras negras

De Yourcenar, L'Oeuvre au Noir. El momento de la transmutación alquímica. Opus Nigrum. La vida de Zenón, hombre moderno en una Europa que se resiste medieval. En el otro extremo de las Memoiras de Adriano. Llegué al libro por una vieja entrevista de Bernard Pivot. Tendría el hoy ícono de la TV cultural 30 años apenas: valiente enfrentó al monstruo literario, que dos o tres veces lo hizo titubear con los ojos chispeantes y sus ironías, la voz llena con su prosa de belga-francesa-yanqui que fue de todo lado y de ninguno, como Zenón, como Adriano. Sorprende sobretodo el largo trayecto para completar la novela, publicada casi 17 años después de las memorias del primer emperador romano no nacido en Italia (cómo se repiten los tiempos, casi le dan razón a Borges y Heráclito: hoy tenemos otro parecido). La inició con bosquejos en su adolescencia, capítulos a mediana edad, culminación en su otoño, prosa madura. En el medio, escribió uno de mis favoritos: Cuentos orientales. Pero volviendo a la Obra negra, impagable el cuaderno de notas y los apuntes de la autora al final. Cierre completo entonces.
Así, vuelta al pasado. Hace unos días, mientras regresaba El tiempo reencontrado a la mediateca de la Alianza en Bahía, pensaba lo irónico, tras la epopeya de leer la gran obra proustiana completa me queda grabada sobretodo una frase, una nota al margen en uno de los cuadernos de Proust: Los libros son la obra de la soledad y los hijos del silencio. Así termina Zenón sus días también.
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