viernes, 10 de junio de 2011

Levantamientos y esperanzas

Quizás las manifestaciones ayer de un grupo de vecinos contra las arbitrariedades de la Caja Costarricense de Seguro Social en su empeño en cerrar un clínica estén lejos de una primavera árabe o un 15M español. Pero yo puedo intuir detrás el mismo germen de descontento, de la frustración acumulada de un pueblo que empieza a exigir respeto. El deterioro evidente de la medicina social en Costa Rica no puede pasar desapercibida para la gente que con sus aportes mantiene el sistema. Costa Rica ha duplicado su población en menos de treinta años, pero continua teniendo prácticamente el mismo número de hospitales y clínicas desde entonces. La gente, ese colectivo que somos, no es tampoco imbécil: que el auge de hospitales y clínicas privadas, la promoción del turismo médico, el aumento imparable de los costos de una consulta médica, coincida con la paralización de servicios vitales de la Caja como el tratamiento del cáncer --por mencionar el caso más grave mas no el único -- es bastante muestra de que a la seguridad social algunos le tienen los días contados, y de que la medicina va en camino de ser un negocio y no un servicio a la comunidad.

Desde hace años son continuos los rumores de las arbitrariedades en la asignación de los campos clínicos para formar especialistas. De como solo los hijos de algunos obtienen las escasas plazas mientras los hospitales públicos se quedan sin anestesistas, oftalmólogos, cirujanos plásticos, obstetras, cardiólogos. Desde hace años son continuos los rumores y denuncias de atención encubierta de pacientes privados en las clínicas y hospitales públicos mientras las colas de espera por atención y cirugías se alargan meses. Desde hace años, la desviación hacia centros de atención básicos de la consulta externa en salud ha demostrado su ineficiencia para satisfacer las necesidades de la población, que se ve obligada a seguir métodos arcaicos superables tecnológicamente como el uso fichas y de filas durante la madrugada para obtener un espacio. Esos mismos centros que sin embargo han significado jugosos ingresos a conglomerados médicos (que, casualmente, sí están llenos de consultorios con anestesistas, oftalmólogos, cirujanos plásticos, obstetras, cardiólogos, formados por la Caja), ingresos que vienen de los sacrificios de esta misma gente a la que la Caja no quiere atender, la gente que paga y mantiene a la Seguridad Social, y por ende la verdadera dueña de los recursos que unos pocos administran (¿no resulta raro, que el verdadero dueño de la Caja no tenga ni voz ni voto en los consejos directivos de la misma?).

Esta gente, sin embargo, no es tonta y empieza a despertar. Ha visto el silencio de las autoridades, del colegio de médicos y los demás gremios profesionales en salud, y supone que si no se han hecho investigaciones para revelar si aquellos rumores son ciertos o no, es porque a alguien no le conviene eso de que se hurgue en el desorden. Esta gente, que ha salido a la calle, puede ser un indicio de algo que se viene, de que aquí estamos cansados de las arbitrariedades de unos pocos y de la ineficiencia cómplice de otros tantos en beneficio de castas que, para colmo, tampoco quieren tributar.

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