sábado, 13 de agosto de 2011

Las tormentas

Hablemos de fantasmas. Envueltos en escamas de oro. Hará unos meses, por radio, un insistente propaganda invitaba a un evento en un hotel nacional de prestigio, organizado por un consorcio extranjero desconocido: "se compran joyas de oro", era en resumen la publicidad. El asunto debe haber sido exitoso. No solo se extendió más de lo anunciado originalmente. Volvieron unas semanas después por más. Tiempo después de pasado el evento, no hará un mes, los diarios nacionales daban cuenta del repunte del precio del oro a nivel internacional. No sé si los que vendieron sus joyas habrán atado cabos. No sé si las autoridades lo habrán hecho, tampoco. Los fantasmas son entes muy resbalosos.

Entretanto, la burbuja inmobiliaria sigue inflándose en Costa Rica. Hace unos días, La Nación, decía que el alto costo de la tierra en el Gran Área Metropolitana dificultaba las ayudas gubernamentales para clases medias y bajas. Puede esgrimirse el argumento de la densidad poblacional y la escasez de tierras (argumento débil, cuando gran parte del casco josefino está compuesto de lotes e inmuebles abandonados), y la falta de soluciones de propiedad vertical. Es hilar muy fino, me parece. Ninguna de esas razones puede justificar el que la tierra en el Valle Central alcance valores superiores al de un inmueble en ciudades como Miami o Nueva York. Mientras tanto, me dicen algunos que los bancos están financiando casas con hipotecas sobre propiedades sobrevaluadas: "llévese casa y carro nuevos, por el precio de la casa". Esa historia ya la conocemos de hace algunos años en otros países más nórdicos. El que tiene oídos que oiga.

Yo solo digo, si quiere comprar casa, espérese un poco, no se embarque en este Titanic. Si puede, compre oro (yo, tristemente, no puedo). Y si ya está abordo con flamante hipoteca y recién vendió las joyas de la abuela, vaya preparando el salvavidas.

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