Este año también alumbró otros senderos. De mi misma nacionalidad, del ser humano en general. Dijo un día de estos el ex presidente argentino Kirchner, en misión en la selva colombiana, que los caribeños somos impredecibles. La ligera molestia que sentí con su comentario tan típico (porque no es la primera vez que en Argentina alguien me endilga esa despreocupación infantil a la que supuestamente somos propensos los habitantes del trópico), se transformó luego en un raro orgullo. Predecible es la muerte; predecible es lo que se extingue. Un humano, caribeño, argentino, afgano, deber ser impredecible para sobrevivir. Esta quizás, fue el mejor conocimiento que me deparó el año. Que las certezas, para despecho de Wall Street, existen solo en las clases de teología y los laboratorios de química. Y muchas veces, ni siquiera ahí. Ya ven, que incluso ese dicho que juramos tan tico, “Pura vida”, no es costarricense en realidad: alguien dice lo ha visto en películas mexicanas. A mí me consta, por lo menos, que está Easy Rider, en la primera escena, en labios del “dealer” mexicano y de Peter Fonda: “Sí, pura vida”. Pero lo que importa no es de donde viene, sino que lo tengamos. Que nuestro don de ser impredecibles sea precisamente algo que sale de la vida, pura vida.
Que venga entonces un buen 2008, con muchas sorpresas bajo el brazo y muy pocas certezas en el bolsillo.
1 comentario:
Amén, e incierto Año Nuevo, Alfonso. Pura vida, pues.
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