viernes, 25 de septiembre de 2009

Yo también estoy enfermo

En estas pasadas tres semanas, he estado envuelto en tres incidentes de tránsito. Dos han sido causados por la irresponsabilidad de un conductor y un peatón respectivamente. Ambos, han terminado sin daños ni perjuicios porque, en el último momento, se logró evitar el accidente. En el tercero, por suerte también. Pero en este, soy yo quien ha actuado de manera irracional. Entonces, me di cuenta. Que yo también me he contagiado. Que al volante, soy capaz de reaccionar de una manera ilógica, desprovista del más mínimo sentido común. No me es fácil admitirlo. Y por ello, me doy cuenta, de lo grave que es entonces la situación actual con nuestro manera de conducir. En Costa Rica, estamos enfermos, y no es algo que una ley, unas cuantas multas, parezcan poder controlar.

En su libro, The Tipping Point, Malcom Gladwell ofrece un panorama similar sobre la delincuencia en Nueva York. Su irresistible aumento durante los años 70 y 80, y el “inexplicable” descenso durante los 90. Inexplicable según las hipótesis más comunes: que la delincuencia es producto del desempleo, la segregación social, la violencia televisiva, la blandura de las leyes. Gladwell, apoyándose en el trabajo de varios científicos sociales, propone: que lo sucedido en Nueva York fue un típico caso de epidemia social. Igual que una moda. De repente, miles de neoyorquinos se vieron afectados, en sus dos variantes (víctima y victimario) por la epidemia de la delincuencia. Y que por muchos años, esta epidemia creció hasta volver la ciudad un campo de batalla donde las calles se vaciaban en las noches, y tomar el subterráneo era casi una sentencia de muerte. También, dice, que fue el accionar clave de las autoridades municipales, en dos o tres puntos básicos, lo que controló y luego extinguió la epidemia, hasta convertir a Nueva York en una de las ciudades más seguras del mundo. Se limpiaron las calles de basura, se limpiaron de grafitti los vagones del metro, y se aplicó un control estricto sobre los delitos menores. En menos de dos, tres años, las calles de Nueva York volvieron a estar pobladas de abuelos paseando a sus nietos, de familias haciendo picnic en el anteriormente espeluznante Parque Central.

Yo creo que, en mi caso, soy víctima entonces de una epidemia similar. Un virus social que nos ha contaminado a casi todos los costarricenses, y que nos ha transformado en psicópatas del camino. Los bocinazos, insultos, embotellamientos, rutas sin señalizar, violaciones de semáforo, son solo síntomas, no causas. Hay algo más profundo, que sin importar profesión, nivel de ingresos, sexo, raza, nos transforma en personas incapaces de medir el efecto de nuestras temeridades. Algo que se traduce en escenas casi de fantasía: un motociclista, en plena acceso a la rotonda de la Y Griega, pretendiendo enviar un mensaje SMS por su celular, con ambas manos, mientras hace equilibrio sobre su moto en marcha. Una persona así está enferma, no solo porque es un atentado contra la vida de los demás, sino porque ni siquiera se percata del riesgo en que pone su vida. Una persona así, ha perdido el más básico instinto, el de conservar su integridad física. Una persona así, está gravemente enferma, y necesita atención rápida. Como los miles de costarricenses que circulamos por nuestra calles, víctimas de una epidemia fuera de control.

2 comentarios:

Fede dijo...

No solo pasa en Costa Rica. Acá en Taiwan pasa algo parecido con las motos. La gente maneja con total impunidad, sin respetar señales de transito, peatones u otros vehículos.

Saludos.

Sexo de perfil dijo...

Hola, tuve oportunidad de estar durante 3 meses en Europa en el año 2007 y cosas similares las viví en Roma.

A pesar de que soy mexicana y aquí también las leyes no son respetadas, no acabo por acostumbrarme.

Me desconcierta el caos vial, la falta o nula señalización, los pitazos, la gente adueñándose de la calle para estacionarse.

Es muy difícil vivir en el caos.

¡Saludos !

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